Heráclito y su arjé

Heráclito fue un filósofo del s 540 a 580, destacado por sus aforismos, puesto que también era llamado el oscuro por su forma de escribir, buscó explicar cosas profundas y ambiguas de una manera muy breve, y dirigiéndose a futuras generaciones, pues en vida no permitió que sus escritos se impongan al público, considerándose un filósofo póstumo.

Toma en cuenta que la naturaleza es enigmática, le gusta ocultarse, representando la idea de que el hombre nunca va a llegar a la realidad misma por medio de lo que proviene de la naturaleza y se obtiene por medio de los sentidos, ya que estos lo engañan, por lo tanto debe confiarse de manera completa en la razón.

Heráclito expone una relación entre el sujeto y el objeto, base en la teoría del conocimiento, en el cual el sujeto se modifica al conocer las cualidades esenciales del objeto, sin embargo, el filósofo menciona que ambos sufren cambios, y no solo el sujeto. Aún así, este último debe conocer de afuera hacia adentro, buscar las respuestas a través de la razón y no otra cosa. La verdad habita en el hombre, y este debe ser capaz de poseer parte del conocimiento a través de él mismo, o sea la introspección.

Formuló su doctrina en base a la expresión panta rhei, que significa todo fluye, implicando un devenir constante, las cosas cambian de manera continua y ningún hecho puede darse de manera idéntica, un ejemplo de esto es que no podemos sumergirnos en el mismo río dos veces, ya que aunque se tratara de la misma acción, ocurre en circunstancias y condiciones diferentes, por lo que todo está en constante transformación, descubriendo así el devenir. En el caso de que haya algo permanente, esto es el cambio, el dinamismo de la naturaleza, relacionado con el tiempo, pues a lo largo que este pasa, las cosas cambian. Cuando transitamos por un camino, nunca se podrá hacer de la misma forma, e implicar una subida a este, significa que también hay una bajada. Para ello utiliza la expresión “somos y no somos”, puesto que somos víctimas de una constante transformación, oponiéndose así al principio de no contradicción.

Para ello, señala que el arjé no es el agua ni el ápeiron, es el fuego, no como un elemento material, sino como una metáfora, puesto que a través del fuego todo se transforma. Plantea la idea de unidad, el fuego es lo Uno eterno, ya que este implica y ha implicado desde siempre todas las cosas,  incluso implica la existencia de dos caras contrarias en una misma historia, pero que esta vez, son lo mismo, puesto que el vivir de uno implica la muerte del otro, tal como el día y la noche, llegando así a la perfecta armonía de los contrarios. Es vitalmente necesario, que existan los contrarios, ya que si no fuese así, no tendría sentido su opuesto, ni se tendría nada, debe existir la injusticia para que exista la justicia, o la enfermedad para hacer dulce la salud. Por lo que para Heráclito, existe una ley de la discordia que regula a los contrarios, y garantiza que exista una armonía entre ellos. Teniendo en cuenta esto, cuanta más lucha exista entre los contrarios, mayor armonía hay, tal como la fuerza opuesta que ejerce una flecha a un arco para que este logre impulsarse.

Heráclito afirma que todo está en equilibrio y en constante cambio, incluso lo compara con un círculo, ya que este carece de una diferencia entre el principio y el fin, y en el caso de que se planteen los elementos de fuego, tierra, y agua, si alguno de estos se llegara a diluir en otro, parte de este mismo se convertiría en otra cosa en la justa medida, afirmando de nuevo que el morir da lugar al vivir, y al revés.


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